PLUMA Y
DATA
Plumay_data@hotmail.com
SOBRE LAS
VIAS DEL TIEMPO….
Lima se
ha caracterizado por ser una ciudad de tradiciones y de emblemáticos
recuerdos. Unos presentes como: los balcones, las iglesias, la quinta
presa, plazuelas coloniales, barrios como el Rímac o Barrios Altos,
las Tapadas, los pregoneros, los farolitos, las casonas de renombre
con sus historias y leyendas, etc. Pero en toda esta larga lista de
sellos limeños, chalacos y de extramuros: no podíamos olvidarnos
del famoso tranvía, que fuera parte de una época y que fue
aniquilado, por la esencia misma de la incapacidad y la falta de amor
por lo nuestro, por parte de las autoridades que nunca han sabido
conservar y cuidar los baluartes de la historia. Es mejor convivir
con la historia que contarla y lamentablemente cada día tenemos mas
que contar y menos que ver, salvo como se van extinguiendo las pocas
cosas que nos quedan, sin que nadie haga nada por evitarlo.
Desde el
año 1878, Lima ya contaba con un servicio de tranvías, que
consistía en: un coche tirado por caballos pero que rodaba sobre
unos rieles de metal. Luego en el año 1904, se inaugura el servicio
de tranvías eléctricos, los mismos que dieran paso a una nueva
página de nuestra historia y se convirtieran en parte de nuestro
paisaje urbano, aportando también lo suyo en lo que ha orden y
descontaminación se refieren.
Los
tranvías fueron el medio de transporte popular, de la Lima de
antaño. En un desafortunado comentario que leí hace un tiempo. Un
poco informado paisano decía que: los tranvías eran las combis de
ahora. Algo tan lejano de la realidad, pues estos vehículos
transitaban sobre rieles y a una velocidad que no excedía los
cuarenta kilómetros por hora y por el hecho de rodar sobre una vía
fija; no podía hacer maniobras temerarias. Por su sistema de
propulsión eléctrica, tampoco eran capaces de contaminar el medio
ambiente y por lo tanto en aquella época; se respiraba un aire menos
viciado que el que se respira hoy.
Los
tranvías, lejos de ser un simple medio de transporte, pasaron ha ser
parte de la ciudad. Otorgándole un aire romántico y pintoresco en
donde las anécdotas y las historias cotidianas estaban a la orden
del día. Hermoso sonido, aquel que anunciaba su presencia, un
sonido eléctrico que imitaba el sonar de una campana, sin tono
agresivo o amenazante, como los que escuchamos ahora.
El
tranvía. Recorría la ciudad de sur a norte y de este a oeste,
llevando y trayendo ilusiones, regalando un camino calmo y sereno a
lo largo de su trayecto, respetando a la naturaleza. Unas veces
besando las playas chalacas y otras acariciando las entrañas del
Morro Solar de Chorrillos, atravesando el túnel de la herradura,
construido especialmente para el.. Otra veces, de visita por la casa
de la Perricholi, en el Rímac y también rompiendo el silencio de la
noche con suave caricia por las callejuelas de los Barrios Altos como
una brisa leve con aroma de jazmín arrancado a su paso de alguna
casona vetusta, susurrando al viento llevando y trayendo, un mendrugo
de la historia en cada ir y venir, como queriendo hacer vivir aquello
que de apoco comienza ha morir. Más que una maquina, era un
personaje medio real y media leyenda que tenía el alma de hierro y
madera y el corazón hecho de ilusión. La misma ilusión de una
chica esperando al ser amado en la ventana de su casa, afinando el
oído y la vista para escuchar la mágica campanita y el retumbar de
las ruedas del tranvía que traía a sus brazos al amor de sus amores
en visita oficial, un domingo por la tarde, en algún lugar de las
apacibles calles de…….Quien sabe donde.
A mis
diez años de edad, ya practicaba el emocionante deporte de la
“gorra”, que en buen cristiano quiere decir que: era un gorrero
empedernido, que esperaba que el coche estuviera en marcha para
emprender la carrera y colgarme del estribo, del faro o de donde sea
y comenzar mi aventura de viajar al aire libre y con el riesgo de ser
desalojado. Mas que una necesidad; era una pasión, la pasión de
sentir la libertad y de gozar con el triunfo de haberlo logrado. De
volver a nacer y de existir el tranvía; lo volvería a hacer, por
ahora solo me queda esperar o quizás prenderme del estribo del
tiempo y viajar a lo largo de mi amada ciudad y contemplarla desde un
rincón de mi alma con calma y serenidad, esperando que algún día
quienes tienen el poder, entiendan que no todo es solo recuerdos y
leyendas, que hay cosas para valorar y tener en cuenta, como es el
caso del tranvía, que lejos de ser algo del pasado es una necesidad
del presente y una manera de hacer bien las cosas. Lima se merece un
mejor trato, un transporte digno y que a la vez invite al turismo. No
en vano, muchas importantes ciudades del mundo utilizan el tranvía
como medio de transporte y también como una atracción turística,
como es el caso de: San Francisco, Bilbao, Paris, etc.